Ramón López de Lucio es doctor arquitecto y urbanista y es catedrático emérito del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Su trayectoria profesional le ha llevado a trabajar en Galicia, el País Vasco y Madrid, es conferenciante y autor de numerosas publicaciones y diversos libros, ya sea en solitario o en colaboración, fundamentales para el estudio de la evolución de la ciencia urbana en los últimos años. Como textos a destacar “Vivienda colectiva, espacio público y ciudad. Evolución y crisis de los tejidos residenciales 1860-2010”, una síntesis de la historia de los tejidos residenciales europeos con especial énfasis en Madrid y Holanda. Sus trabajos sobre la ciudad de Madrid, a la que ha dedicado una parte importante de su tiempo, permiten su mejor conocimiento pudiendo considerarse algunos textos de referencia como “Madrid 1900-2010, Guía de Urbanismo y diseño Urbano”
Entrevista
> ¿Qué claves nos aporta para el presente el análisis de la formación histórica de la ciudad?
El análisis de la formación histórica de la ciudad, en particular de sus diferentes tejidos y barriadas, aporta, a mi juicio, al menos tres aspectos importantes:
- El conocimiento de los actores públicos y privados y de los diferentes intereses, mecanismos e instrumentos (aportación de suelo, financiación, lógicas de urbanización, elección de tipos edificatorios, etc.) empleados en el diseño y producción de tales tejidos.
- La eficacia de tales actores para producir en tiempo y precios razonables cantidades suficientes de bienes necesarios: viviendas de distintos tipos, espacios públicos de servicio, suelos para equipamientos y zonas verdes de proximidad.
- La evaluación de la calidad, confort, adecuación a las necesidades de los usuarios de esas viviendas y de los espacios públicos y equipamientos anexos.
Es decir, ofrecer claves y pautas que, a través del análisis de ejemplos históricos de calidad, orienten las políticas y el diseño de tejidos contemporáneos, actualizando, por supuesto, las necesidades y los recursos disponibles.
> ¿Cuáles son las razones de su interés por la morfología urbana?
¿Por qué mi interés sostenido por la morfología urbana, desde mi tesis doctoral de 1977 hasta la reciente “Guía de urbanismo y diseño urbano de Madrid? Quizás para compensar, para ofrecer un contexto espacial más amplio que el reductivo foco que las escuelas de arquitectura española (y europeas) dedican a los edificios aislados o, en el mejor de los casos, a los singulares (templos, teatros de ópera, polideportivos, etc.) Solo en casos particulares -por ejemplo, las colonias de hotelitos de los años 20’ ó 30’ o los barrios de bloques de los años 50’ ó 60’ del S.XX firmados por profesionales de prestigio- aparecen conjuntos edificados de cierta entidad en las guías de arquitectura más solventes.
Pero en la mayor parte de estas publicaciones, lo que se reseñan son edificios que se consideran especialmente interesantes, sin apenas consideración por el paisaje urbano de su entorno. Por esta razón en nuestra “Guía de urbanismo y diseño urbano, Madrid 1910.2010” se han seleccionado y analizado 82 conjuntos urbanos de carácter y extensión muy diferente, agrupados en 12 episodios urbanísticos: se describen las modalidades más representativas de hacer ciudad residencial a lo largo de siglo y cuarto, desde las colonias de vivienda unifamiliar del primer tercio del S.XX y los grupos de promoción pública o privada de las décadas centrales del S.XX, hasta las remodelaciones de barrios de finales de los 70’ y primeros 80’, los “nuevos ensanches” de finales de los 80’/primeros 90’ y primera década del S.XXI.
A estos paisajes residenciales se añaden otros cuatro episodios que agrupan zonas de actividad terciaria (recintos universitarios, complejos comerciales y de oficinas), parques urbanos, grandes ejes viarios singulares y reurbanizaciones/remodelaciones de barrios y espacios públicos singulares.
En resumen, una manera alternativa de entender, describir y valorar la ciudad en la que la arquitectura es el material físico básico, pero no el centro de atención excluyente.
> ¿En qué medida el análisis de formas arquetípicas de hacer ciudad contemporánea contribuye a la formación de futuros arquitectos urbanistas?
Podemos considerar “ciudad contemporánea” la que se produce a partir del primer tercio del S.XX, después de la llegada de los servicios básicos (agua, alcantarillado, electricidad, gas-ciudad, telefonía), del transporte público (tranvías, metro, ferrocarriles) y de un nuevo ciclo de intenso crecimiento demográfico que se traduce en un rápido desarrollo espacial (ensanches, extrarradios, zonas industriales, etc.).
El análisis de esa ciudad, de sus diferentes formas de urbanización y edificación, suponen indudablemente una sólida base para los estudiantes interesados en la ciudad y el urbanismo, para comprender las lógicas de su desarrollo reciente y poder mejorarlas y adaptarlas a las nuevas necesidades.
La arquitectura y el planeamiento urbanístico, incluyendo el diseño urbano, son disciplinas complementarias. No se entiende una buena ciudad sin un planeamiento competente, una urbanización de calidad y unos buenos proyectos de diseño urbano y de arquitectura.
Cualquier ciudad que merezca ser reconocida por lo inteligente de su visión anticipada, por su eficacia y su belleza, contará con esas diferentes modalidades planificadoras y proyectuales. Su adaptación y crecimiento futuro se deberán sustentar asimismo en tales disciplinas.
> Los centros históricos como espacio museístico y como ciudad vivida. Riesgos de que la masificación los transforme en mercancías destruyendo su capacidad para seguir siendo habitables.
Los centros históricos de las ciudades europeas (y en menor medida las de otras latitudes) se han convertido progresivamente en lugares muy visitados por el turismo internacional, verdaderas mercancías que se consumen al año por millones y decenas de millones de personas atraídas por sus monumentos, sus arquitecturas, sus paisajes y su tipismo; también por sus museos, su comercio, sus festivales y su animación. Esta atracción se extiende cada vez más a otras áreas centrales y subcentrales que acaban abarcando partes muy amplias de la ciudad. Incluso se ha acabado calificando al conjunto de Europa como un “parque temático” especializado en cultura, ocio, comercio y gastronomía.
Los efectos de esta invasión turística son evidentes, no sólo en términos de ocupación masiva de los espacios públicos más representativos, sino, lo que es más grave, en la distorsión de los mercados inmobiliarios y la aberrante proliferación de las viviendas turísticas tipo Airbnb. Esto supone en grandes y medianas ciudades de fuerte atractivo detraer decenas de miles de viviendas del mercado de alquiler permanente para la población autóctona, sobre todo jóvenes y familias recientes. Esa competencia fuerza los alquileres a fuertes alzas al no poder competir con las tarifas para estancias cortas.
Además de los ruidos y demás molestias que dificultan la vida cotidiana de los residentes habituales en los edificios y los barrios residenciales. La ciudad para la diversión juvenil acaba siendo incompatible con la ciudad para habitar, trabajar y mantener familias.
Hay ciudades turísticas en España, en especial las insulares, en las que trabajadores con sueldos medios (maestros, sanitarios, obreros, etc.) no encuentran viviendas a precios razonables ni siquiera a distancias superiores a los 50km. de donde desarrollan su vida laboral cotidiana.
> La vivienda ha pasado de ser un bien social a un objeto especulativo de mercado. ¿Crees que se deben prohibir los apartamentos turísticos o deben plantearse otras medidas?
Los precios de la vivienda en España, tanto en venta como en alquiler, han alcanzado unos niveles que se sitúan fuera de las posibilidades de las clases bajas e, incluso, de las medias. El carácter de bien de inversión seguro y en muchos casos de mercancía especulativa, a la vez que la escasez de viviendas públicas de renta limitada, fuerzan al alza los precios y agravan el problema progresivamente. Como decía arriba, la popularización de los apartamentos turísticos es un nuevo factor en esta carrera de incremento de la demanda y de los precios.
Es indudable que la limitación del número de viviendas de uso temporal para los visitantes ocasionales reduciría la presión sobre el parque disponible en alquiler. Sin embargo, para resolver las dificultades de acceso de la población permanente deberían coadyuvar otros factores:
Legislación de ámbito estatal que estableciera límites máximos de incremento de las rentas que no pudieran ser burlados por las normativas autonómicas.
Medidas estatales y autonómicas que gravaran los inmuebles vacíos de forma que se incentivara de manera eficaz su salida al mercado.
Obligatoriedad de que en las promociones residenciales privadas de tamaño superior, por ejemplo, a 150 viviendas se destinara un porcentaje significativo (se sugiere que entre el 20 y el 40% del total) al alquiler social estableciendo su cuantía según el tamaño y dinamismo económico de la ciudad.
En las promociones en venta se debería destinar un porcentaje (entre el 25 y el 50%) a viviendas de precio tasado que no pudieran ser objeto de reventa en el mercado a los pocos años. La reventa de estas viviendas sólo se podría efectuar por intermedio de una agencia pública ad hoc, como sucede en el País Vasco.
Se debería potencia la promoción pública de viviendas para alquiler social permanente en suelos de dominio público, patrimoniales o expropiados.
Sólo un repertorio de medidas de ese tipo podría conseguir, con las variantes regionales pertinentes, que el derecho a la vivienda no fuera un buen deseo sino una realidad paulatina.
> La conversión de locales comerciales en vivienda: pros y contras.
Es cierto que en determinados barrios y distritos de las ciudades no parece posible ni necesario que todas o casi todas las plantas bajas sean locales comerciales o locales de uso terciario o productivo (oficinas, academias, talleres mecánicos, etc.). Pero también es cierto que la desaparición completa del zócalo comercial o terciario/productivo homogeniza la ciudad en exceso haciéndola perder diversidad y vitalidad y forzando desplazamientos innecesarios a otros barrios o distritos.
No se pueden establecer reglas generales, la intensidad de la conversión de locales en viviendas dependerá del carácter y la densidad habitacional de los barrios, del tipo, tamaño y tráfico peatonal y rodado de cada calle o avenida, de la existencia de equipamientos comerciales específicos, mercados, galerías de alimentación, supermercados, etc.
Las calles más pequeñas, menos densas y con menos tráfico serán más propensas a ese tipo de transformación. Mientras que las más amplias, las avenidas y las de mayor tránsito, lo serán menos o no lo serán en absoluto. Por esta razón se desaconsejan las regulaciones generalistas y se recomienda la redacción de planes especiales específicos que establezcan normativas diferenciadas para los diferentes tejidos y los distintos ejes viarios, con sus características particulares.
Como norma general se debiera asegurar la proximidad de alguna arteria comercial o eje urbano significativo (por su densidad, anchura, arbolado, etc.) a todas y cada una de las zonas de cada distrito. De igual manera, locales específicos por su tamaño, profundidad edificada, accesibilidad, etc… se debieran reservar para usos dotacionales, terciarios, y/o productivos que aseguren un mínimo de diversidad funcional y oportunidades de localización de actividades no residenciales en todos los distritos de la ciudad.
> Los hipermercados y los grandes centros comerciales periféricos han debilitado el comercio de proximidad y la vitalidad del espacio público urbano ¿Hay señales de que se pueda revertir el proceso?
Es indudable que la eclosión de las grandes superficies comerciales implantadas en las periferias urbanas de los años 70’ del S.XX han debilitado el pequeño y mediano comercio de proximidad, incluidos los mercados municipales y las galerías de alimentación tradicionales, a la vez que ha potenciado los desplazamientos en automóvil, incrementando la congestión rodada y las emisiones contaminantes.
Este tipo de comercio no genera en absoluto animación en las calles y avenidas urbanas, ni fomenta el uso de instalaciones complementarias (cafeterías, terrazas, centros culturales de proximidad, etc.). Los centros comerciales grandes son auténticas burbujas de actividad, aisladas y especializadas.
Sin embargo, a partir de los 90’ y primeras décadas del S.XXI se producen fenómenos nuevos:
En primer lugar la popularización del comercio electrónico, que agrava la crisis del comercio de proximidad a la vez que daña el atractivo de las grandes superficies periféricas con sus costes de congestión, consumo de carburantes y tiempo (y hasta un cierto hartazgo de la monotonía repetitiva, tanto de su oferta comercial como de sus paisajes).
Primero en EEUU y progresivamente en Europa se detecta el cierre de centros comerciales periféricos de tamaño mediano e incluso grande; solamente los muy grandes, los regional shopping malls, parecen mantener su atractivo.
A la vez que aumentan considerablemente las fórmulas urbanas de tamaño pequeño o mediano, supermercados de múltiples enseñas y perfiles económicos, desde discount markets, a las cadenas de productos ecológicos y sofisticados. Lo que se extiende a los comercios urbanos de moda, diseño, decoración, automontaje, etc
Estos establecimientos con superficies de venta entre los 350 y los 1000/1250 m2 tienen cabida en las plantas bajas de los edificios o complejos residenciales plenamente urbanos, que se sitúan a distancias accesibles peatonalmente (200-400m.) que permiten compras más sencillas y frecuentes.
> La “ciudad de los quince minutos” ¿es viable en nuestras ciudades o lo ves como un planteamiento utópico?
La “ciudad de los quince minutos” es viable en los tejidos urbanos centrales, densos y complejos, para las actividades comerciales y de ocio y para el uso de los equipamientos cotidianos, siempre que no se opte por utilizar los situados en la periferia (colegios privados, instalaciones deportivas extensivas, etc.). Más complicado es el tema laboral que no tiene por qué ser próximo ni accesible al transporte público directo. Para el resto de las actividades las opciones personales y familiares son muy importantes. Utilizar los servicios y equipamientos próximos o directamente accesibles en transporte público sencillo y rápido tiene mucho de militancia, de opción voluntarista a efectos de disminuir distancias y consumo energético.
En las periferias urbanas y metropolitanas poco densas y habitualmente monofuncionales (zonas residenciales exclusivas) la cosa se complica mucho. Los tiempos de desplazamiento se disparan y el empleo del automóvil privado se constituye en la norma y/o única opción viable. En esas periferias las opciones se reducen, sobre todo las que suponen desplazamientos cortos, a favor de viajes largos y distantes en vehículo privado.
En este sentido, la “ciudad de los 15min” es un planteamiento utópico o minoritario fuera de los tejidos urbanos centrales. Incluso en estos tiene una componente marcadamente voluntarista, como decía antes.
> ¿En qué medida el diseño contribuye a la socialización del espacio público?
Un espacio público animado, concurrido, en el que la sociabilidad se vea facilitada (encuentros casuales, actividades compartidas etc.) exige al menos ciertas condiciones:
Que sea accesible, agradable y bien dimensionado: ni muy escaso o angosto ni excesivamente extenso o fragmentado.
Que la densidad residencial y laboral sea razonablemente elevada, superior a 50/60 viv./ha ó 150/200 habitantes más empleos localizados por hectárea.
Que las promociones residenciales no se configuren mayoritariamente como urbanizaciones privadas cerradas con amplios espacios libres y equipamientos (piscinas, áreas de juego…) de uso privativo.
El diseño urbano a nivel de barriada puede contribuir o dificultar notoriamente, según sea su calidad e intenciones, la sociabilidad en el espacio público. Por ejemplo una zona residencial en torno a 20 has de superficie (400x500m) con unas 1200 viviendas (60 viv./ha), habitada por unas 3000 personas (2,5 htes/viv), si cuenta con un espacio ordenado y arbolado central de unos 10.000 m2 de superficie (8 m2/viv.), con accesos agradables, bien diseñados desde los diferentes ámbitos del barrio, puede constituir un importante lugar de socialización local.
En una hectárea hay espacio para zonas de descanso sombreadas, áreas de juego infantil, para superficies libres de juegos de pelota o similares, y para una o dos terrazas de bar y una docena de mesas de juego de adultos, etc. Las plazas parisinas, frecuentes en todos los distritos son un buen ejemplo; en Madrid la Plaza de Olavide o la del Conde de Valle de Súchil también lo son.
> Las nuevas periferias son criticadas por su falta de actividad y complejidad ¿Qué herramientas podrían contribuir a su transformación?
Las nuevas periferias urbanas o metropolitanas unen a su fragmentación (están separadas entre sí por espacios vacíos semirrurales o descampados y por grandes infraestructuras de transporte) y la característica homogeneidad de cada fragmento: urbanizaciones residenciales de baja o media densidad, polígonos industriales, extensos equipamientos privados o públicos cerrados, etc.
Hace unos años publiqué (Mairea, 2007) en colaboración con Iñaqui Romero, un librito bajo el título “Construir ciudad en la periferia: criterios de diseño para áreas urbanas sostenibles”, en el que se exponían, de manera sencilla y recurriendo a múltiples ejemplos e ilustraciones, una serie de recomendaciones para evitar ese carácter inhóspito, carente de actividad y atractivo de esos desarrollos. En algunas de las respuestas a este cuestionario he intentado sintetizar los criterios recogidos en la publicación.
> La dispersión y la fragmentación de los territorios urbanos son negativos de cara a la sostenibilidad. ¿El uso del vehículo seguirá siendo necesario o se podrá generalizar el empleo del transporte público?
Aparte de los temas de falta de vitalidad y utilización de los espacios públicos de las periferias urbanas a que hacen referencia los epígrafes anteriores, es de suma importancia la realidad actual de alto consumo de combustibles fósiles originado por la movilidad de los medios de transporte privados no electrificados (que todavía preponderan y, previsiblemente, también lo harán durante los próximos 2/3 decenios).
Modificar las estructuras espaciales de vastas extensiones de periferias extensivas y monofuncionales será muy difícil, salvo correcciones parciales: mejoras de la eficiencia energética de los automóviles privados y medios de transporte público, extensión de las redes ciclistas e intensificación de su uso. Convicción social y personal de la importancia de disminuir los desplazamientos innecesarios, etc. El panorama que se dibuja para el periodo 2025/2050 es de una lenta mejora que no está claro sea capaz de compensar la influencia del incremento constante del parque automóvil mundial y de los estímulos crecientes para su utilización cotidiana a distancias cada vez mayores.
> Como gran conocedor de los Ensanches de Madrid ¿en qué medida el tamaño de manzana y la elección de una tipología sin actividad comercial en los bajos ha contribuido a su falta de vitalidad?
Se dio en llamar ‘nuevos ensanches’ a un modelo de desarrollo residencial formulado en Madrid en la segunda mitad de los años 80’ y en la década de los 90’ del siglo XX como consecuencia de las propuestas del Plan General de Madrid de 1985 (véase el libro de R. López de Lucio y A. Hernández Aja, ‘Los nuevos ensanches de Madrid. Morfología residencial de las periferias recientes, 1985-1993.’ Madrid: 1995). Las manzanas de esos barrios eran de tamaño reducido -en torno a media hectárea-, con capacidad para acomodar unas 100 viviendas de 90 m² dispuestas perimetralmente en torno a patios ajardinados privados de superficie cercana a 1/4 ha (50x50m), con cinco plantas de altura. Esos patios arbolados, a veces con piscina (no muy frecuentes), no suponían una competencia excesiva para el espacio público exterior formado por calles arboladas, alguna plaza o jardín público vecinal, a veces un bulevar.
Mayor impacto en la escasa vitalidad del espacio público tenía la casi total ausencia de zócalos comerciales; las plantas bajas solían ser residenciales o no tener uso: soportales de acceso residencial dispuestos bajo unas plantas superiores de vivienda. En algunos de los mayores desarrollos -por ejemplo, en Madrid Sur o en el Ensanche del Este/Las Rosas, existían algunos ejes viarios principales en los que aparecían bajos comerciales (en el bulevar Pablo Neruda de Madrid Sur en ambos lados de la vía). Sin embargo, la apertura de hipermercados o grandes superficies comerciales con superficie de venta superior a los 1000-2000 m² supusieron una competencia muy dura para el comercio de proximidad en planta baja (no digamos ya la aparición de auténticas macro superficies de más de 5000 m² de superficie de venta en la fórmula hipertrofiada de los Programas de Actuación Urbanística, PAUs, de finales del siglo XX, por ejemplo el Hipercor del PAU de Sanchinarro).
La escasa densidad de los nuevos ensanches y su pequeño tamaño, a excepción de Madrid Sur y Las Rosas, dificultó aún más la vitalidad de sus espacios públicos.
> Viena es un ejemplo en la consecución de densidades medias y en la combinación de distintas tipologías residenciales. ¿En qué medida lo consideras un modelo a seguir?
La experiencia de los Höfes vieneses de entreguerras (1918-1940), promovidos por el gobierno socialdemócrata de la ciudad, es de las más interesantes y prolongadas en el tiempo de toda Europa. Desde entonces y hasta el momento actual siguen siendo patrimonio municipal y se ofertan en alquiler a las personas y familias que cumplen los requisitos para beneficiarse. Los Höfes están repartidos por toda la ciudad y, en su mayor parte, son actuaciones pequeñas o medianas que tienen la posibilidad de insertarse en el tejido urbano, complementándolo y formando parte de la ciudad. Así, permiten incrementar la densidad residencial, eliminar vacíos y asegurar la continuidad de los tejidos. Sus espacios libres suelen ser moderados y complementan a los espacios públicos, sin competir con ellos vaciándoles de actividad.
Suelen incluir pequeños equipamientos al servicio de la actuación (lavanderías, guarderías, etc) que facilitan la vida y evitan desplazamientos. Las viviendas son de pequeño tamaño (en torno a 30-40 m² útiles), lo que permite incrementar las densidades y posibilitar alojamiento económico a jóvenes, personas mayores y familias reducidas. Como se ofrecen en alquiler, permiten una rotación fácil de los usuarios en función de sus circunstancias y preferencias. Solo alguno de esos Höfes son grandes y periféricos, como el famoso Karl Marx Höf que configura en sí mismo una barriada equipada, con un gran jardín accesible al entorno.
> Como defensor del espacio público que siempre has sido ¿Cuál es la importancia de atender a la opinión de sus usuarios? ¿Cómo adaptarlos y defenderlos?
Los espacios públicos son un componente esencial de la ciudad, calles, aceras, bulevares, jardines de proximidad, parques de barriada, de distrito y urbanos o metropolitanos, etc. Todos ellos forman un sistema, y tan importante es su existencia como su localización, tamaño y relaciones. Tan desafortunada es su ausencia o dimensionamiento cicatero, como su sobredimensionado y redundancia. No siempre ‘mayor’ es sinónimo de ‘mejor’. Por ejemplo, en los PAUs periféricos de Madrid, tanto lo exagerado de aceras y calzadas como la sobreabundancia de zonas teóricamente verdes -con frecuencia pobremente arboladas y ajardinadas o mal mantenidas-, suponen un demérito para el espacio público y no a la inversa. Parques periféricos y metropolitanos extensos y tratados con técnicas de arbolado libre, campestre, son un complemento valioso del sistema de zonas verdes; permiten paseos largos y tranquilos y funcionan como sumideros de CO2 y acondicionadores climáticos de la ciudad. Estas zonas verdes de gran tamaño -en Madrid la Casa de Campo o los Montes del Pardo-, no interrumpen la continuidad de las principales áreas urbanizadas ni les restan vitalidad, cosa que sucede cuando los excesos se producen en distritos subcentrales. Los usuarios pueden ser muy perceptivos a la hora de criticar los excesos (que introducen discontinuidades, problemáticas o incluso peligrosas) o los déficits acusados (el no contar con un parque de distrito o con un jardín vecinal). De la misma manera apreciarán más la comodidad y el cuidado de las zonas sombreadas y de paseo (bancos bien situados, ausencia de actividades ruidosas, etc) que ciertos excesos de diseño esteticista que detraen recursos para ejecutar y mantener elementos más útiles y necesarios.
> Por último, ¿qué problemáticas afronta el planeamiento como herramienta encargada de diversas escalas, municipal, comarcal y regional en España? ¿cómo responder a la crítica del planeamiento urbanístico como herramienta disciplinar anticuada, premiosa y de discutible eficacia?
En España se han practicado muy poco las escalas grandes, territoriales, del planeamiento urbanístico -tanto la supra municipal/comarcal o metropolitana, como la regional o subregional- a diferencia de la planificación municipal, muy utilizada, aunque también criticada, en los últimos tiempos (luego me referiré a estas críticas). Mientras el planeamiento municipal tiene un protagonista administrativo claro -los respectivos gobiernos municipales de cada ayuntamiento-, los ámbitos supramunicipales carecen casi siempre de órganos administrativos bien definidos en su composición, atribuciones, competencias y financiación. Con la excepción de algunas áreas metropolitanas durante ciertos periodos (Madrid, Barcelona, Bilbao y pocas más), la mayoría de los conglomerados en torno a las ciudades grandes o medianas carecen de órganos de administración y gestión específicos, con competencias bien definidas. Si esto sucede en los territorios metropolitanos, todavía más clamorosa es su ausencia en territorios geográficos significativos como valles, áreas montañosas, zonas de agricultura, silvicultura o ganadería específica, entornos, paisajísticos de interés, etc.
Las comunidades autónomas que cuentan con gobiernos e instituciones bien definidas (parlamentos, consejerías, etc.) suelen ser demasiado extensas y diversas como para ser objeto de planificaciones territoriales eficaces. Vuelven a ser los ámbitos subregionales (partes bien caracterizadas dentro de una comunidad autónoma) los territorios necesitados de planificación espacial conjunta. Y, de nuevo, carecen de instituciones de gobierno a ese nivel. En resumen, en España tenemos desde siempre un importante y generalizado déficit en las prácticas del planeamiento territorial, de escala grande, desde los ámbitos metropolitanos a los comarcales y regionales. Tan solo en el País Vasco (y en menor medida en Cataluña) han intentado solucionar el problema. En Madrid, por ejemplo, el último plan metropolitano aprobado se remonta a 1963.
Para acabar, revisemos ahora la crisis del planeamiento de ámbito municipal. Los conocidos Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU), instituidos por la Ley del Suelo de 1956 y luego por la 1976, cuentan con una larga y prolija historia de planes redactados, aprobados, ejecutados, revisados, etc. Han sido, después de los ensanches de finales del siglo XIX y principios del XX, los responsables de la configuración espacial de todas las ciudades españolas de cierta importancia, incluidas todas las capitales de provincia. Ellos (y también desde los 70’ los proyectos de redes arteriales) son los que han definido las áreas de desarrollo urbano, las diferentes zonas funcionales (vivienda, industria, etc) y los tipos edificatorios básicos de cada una de ellas, los límites urbanos y los ámbitos del suelo no urbanizable y sus categorías de protección (suelos agrícolas, forestales, paisajísticos, de protección, de cauces, etc.). Su flanco débil fue, como se apuntaba arriba, las relaciones con los términos municipales circundantes al carecerse de instrumentos de ordenación territorial y de gobernanza. Aparte de esta importante limitación, a partir de los años 90’ y durante las décadas transcurridas del siglo XXI, los planes generales se han complicado notablemente, en particular los de las grandes ciudades. Sus tiempos de redacción se han alargado mucho, los informes sectoriales y de las distintas administraciones previos a su aprobación se han multiplicado, las interferencias judiciales como consecuencia de recursos públicos o privados han motivado procedimientos largos y complejos que, con frecuencia, han terminado en suspensiones parciales o anulaciones completas. La planificación urbanística municipal se ha convertido en una tarea dilatadísima, cada vez más compleja, imposible en opinión de destacados expertos.
Estas dificultades han abierto la espita a las críticas antirregulacionistas de carácter neoliberal, más o menos radicalizadas. Críticas que abogan por la supresión de la planificación urbanística, por la instauración de una libertad de urbanización, edificación y decisión sobre los usos y las intensidades edificatorias lo más completa posible (con un ‘Laissez faire’ urbanístico transcrito de las ideologías económicas neoliberales al uso). Frente a estas opiniones que ignoran la importancia secular del planeamiento y el diseño urbano en la configuración de nuestras ciudades, opino que es urgente reivindicar el planeamiento urbanístico en sus distintas escalas y modalidades. Eso sí, simplificando sus procesos y contenidos, estableciendo marcos directivos claros, recortando las innumerables interferencias sectoriales y jurídicas. Recuperando lo esencial de la disciplina y haciéndola más ágil, precisa en lo importante y simplificada en lo accesorio, procedimental y jurídico.
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